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14 octubre, 2010

EL LIBRO DE THOT - IV


POLOGÍA DEL LIBRO DE THOT
por Eleuzel 
PRÓLOGO
PARTE IV

En el preciso momento, en que el sol emergía en el horizonte del mar azlante, el escriba supremo abandonó el templo y descendió al valle sin equipaje alguno, sin las insignias de su rango.

Un nuevo discípulo había ascendido con éxito los primeros peldaños de la iniciación y quedaba encomendado a su guía.

El discípulo, se llamaba Eleuzel de Delphos y su origen se remontaba también a la época milenaria de los hombres-pájaro, los hombres-ele, los hombres-libres que habiendo descendido al planeta del maya se habían prendado de las hijas de los hombres y cohabitado con ellas.
LOS ARCANOS MAYORES

- EL EMPERADOR (EL PRÍNCIPE ALQUIMISTA)

Al cumplirse el signo de Aries, el discípulo fue conducido a la presencia del emperador. Encontró al emperador con la mirada fija en el infinito en la misma actitud hierática que la emperatriz. 
El discípulo se detuvo y lo miró en silencio.
El emperador estaba sentado sobre una piedra cúbica y en la cara visible podía verse un animal con cabeza de gato y cuerpo de pantera, guardián del secreto del templo.
En su mano izquierda sostenía una cobra erguida y sobre ella un círculo símbolos del poder conquistado y ejercido. 
Eran sus atributos dominar y transmutar los cuatro elementos y poseía en sus manos la vida y la muerte de sus semejantes.
El emperador llevaba un anillo con un rubí tallado en forma de pirámide triangular y el mismo símbolo bordado en oro en el cinturón que ceñía su vestido.
El discípulo comprendió que ya habían sido reunidos por el emperador el cuatro y el tres y por tanto había descendido con el derecho de poseer el planeta y ejercer la justicia.
Entonces sobre la cabeza del emperador se dibujó el signo de Escorpión y en su pecho con las alas desplegadas se dejó entrever, sobre un disco dorado, el águila que indicaba la constelación de origen y su pierna derecha formó sobre la izquierda el ángulo de 90 grados.
De este modo el discípulo averiguó que el emperador era el príncipe alquimista por cuyas venas corría también sangre roja, el germen venido de las estrellas. 
No medió palabra alguna entre ellos pero el discípulo sintió que debía seguir su camino. Lo hizo y en ese momento supo que su búsqueda había entrado en el tiempo número cinco.

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