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04 marzo, 2013

ARCANO XV - EL DIABLO...


El Diablo, príncipe de la materia, está representado bajo el terrorífico aspecto del Baphomet templario: cabeza y patas de cabra, ijares velludos, senos femeninos.
En sus colores, el amarillo de las patas, el azul de los ijares, el rojo del pecho y el blanco de la cabeza, aluden a los cuatro elementos que constituyen el cosmos.
Tierra, Agua, Aire y Fuego, y a sus espíritus elementales: fuerzas preciosas, de amplio alcance, pero no siempre fáciles de controlar y someter.
Lo sostienen dos personajes, de distinta polaridad, uno yin y el otro yang, semihumanos como él, encadenados al pedestal desde la cima del cual él parece dominar, sonriendo triunfante, a hombres y a acontecimientos. Son las pasiones que aprisionan al hombre, reduciéndolo casi al animal.
El Diablo es el arcano de la atadura, de las cadenas sofocantes, que deben romperse con un supremo acto de coraje y una voluntad firme, capaz de actuar en el instinto.
En efecto, el cosmos también el desorden está limitado por el orden y a este debe subordinarse.
El decimoquinto arcano se relaciona con la letra hebrea samech, en la que algunos estudiosos reconocen la forma utilizada por el Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola, símbolo del eterno devenir, en los ciclos alternados de muerte-renacimiento.
En la misma óptica iniciática, al espectro cornudo le corresponden las antiguas divinidades paganas, endemoniadas, para vencerlas, por la cultura cristiana dominante.
En el caso del dios cornudo de los celtas, Cerumno, del griego Tifón, así como de Zervan, el genio del mal en la religión mitraica, el cual, sorprendentemente, además de los cuernos tiene un rostro de león dibujado en el pecho, idéntico al que lleva el Diablo en el arcano.
La connotación frecuentemente negativa del arcano, menos drástica invertido que derecho, proviene de la mentalidad sexófoba de la época que lo generó.
En efecto, la carta se relaciona con todos aquellos elementos vividos hoy con cierta libertad, como la sexualidad, la ambición y el deseo de poder.
Aunque desde un punto de vista patriarcal, el arcano -menos radical invertido que derecho porque la inversión atenúa sus negativos significados- demuestra que el diablo no es tan negativo como parece.
En efecto, es la carta de la energía psíquica, del magnetismo, de los poderes mágicos e hipnóticos, que permiten influir en los demás y vencer al destino.
El consultante explota en su beneficio la atracción que es consciente de ejercer en los más débiles, sacando de las fuerzas oscuras de la psique la elocuencia y el carisma, así como los poderes telepáticos y ocultos.

 El maligno es el símbolo de lo malvado.
Vístase de gran señor o gesticule sobre los capiteles de las catedrales, tenga cabeza de boque o de camello, los pies ahorquillados, cuernos, pelo por todo el cuerpo, poco importan las figuras, el no anda escaso nunca de apariencias, pero es siempre el Tentador y el Verdugo.
Su reducción a la forma de una bestia manifiesta simbólicamente la caída del espíritu.
El cometido del diablo se limita a desposeer al hombre de la gracia de Dios para someterlo a su propio dominio.
Es el ángel caído con las alas cortadas, que quiere romper las alas de todo creador.
Es la síntesis de las fuerzas desintegrantes de la personalidad.
El papel de Cristo, al contrario, es el de arrancar al género humano del poder del diablo por el misterio de la cruz.
La cruz de Cristo libera a los hombres, es decir vuelve a poner entre sus manos, con la gracia de Dios, la libre disposición de sí mismo, arrebatada por la tiranía diabólica.

Arcano decimoquinto del Tarot.
Aparece como Baphomet de los templarios, macho cabrío en la cabeza y las patas, mujer en los senos y brazos.
Como la esfinge griega, integra los 4 elementos: sus piernas negras corresponden a la tierra y a los espíritus de las profundidades; las escamas verdes de sus flancos aluden al agua, a las ondinas, a la disolución; sus alas azules aluden a los silfos, pero también a los murciélagos por su forma membranosa; la cabeza roja se relaciona con el fuego y las salamandras.
El diablo  persigue como finalidad la regresión o el estancamiento en lo fragmentado inferior, diverso y discontinuo.
Se relaciona este arcano  con el isntinto, el deseo en todas sus formas pasionales, las artes mágicas, el desorden y la perversión.


Entonces, con la complicidad de lo sobrenatural, todo parece hacerse posible: acontecimientos inesperados y misteriosos, bruscos cambios de la situación, imprevistos que atrapar al vuelo.
Aunque las fuerzas del adversario parezcan conspirar contra los proyectos, cuanto más se atreva y más fuerte sea el riesgo, mejor irán las cosas.
En efecto, cuando el Diablo sale en el juego, no es momento de extenderse en valoraciones de tipo moral.
Un brillante éxito, una meta irreversible, de la que incluso el consultante podría incluso arrepentirse en el futuro, podrá ser aferrado incluso con métodos no demasiado ortodoxos, con la condición de que un fortísimo deseo, largamente cultivado, y una voluntad de hierro actúen como propulsores.
Se tratará en cualquier caso de un momento verdaderamente importante en la vida, vivido con gran participación, pasion y auténticos golpes de genio.
Ello le permitirá vencer obstáculos considerados invencibles que se han vuelto sofocantes.
El arma vencedora es la temeridad, la audacia, el gusto por desafiar el destino y el desprecio del peligro, siempre presente en este arcano.

Invertido
La situación actual, cargada de negatividad, peligros y cambios ajenos a la voluntad del consultante, tiene sus raíces en decisiones y actitudes del pasado.
También en este caso, el mal actúa de dos maneras distintas. Por defecto, nos encontramos con debilidad, carencias energéticas, inconstancia, discontinuidad, pereza, dependencia de los demás, miedo a las responsabilidades y a lo desconocido.
Mientras que por exceso tenemos una acumulación de fuerzas demasiado potentes para no ser destructivas.
Es el triunfo del mal, la fatalidad domina los acontecimientos y trastorna, como un río cuando crece, la existencia hasta ahora tranquila del consultante.
Anuncia perturbaciones, devastaciones, una auténtica inversión de la situación, excesos, desequilibrios, absoluta falta de reglas, sobre todo en el campo sexual, donde reina la perversión.
Grandes obstáculos obstruyen el camino en un periodo particularmente negro, lleno de desgracias, peligros y complicaciones de todo tipo.
Malas acciones, influencias negativas ejercidas en los demás, abuso de confianza y de poder, fraudes, daños, intrigas, mentiras en perjuicio de los más débiles y desprovistos.
El consultante, carente de principios y presa de la ambición, del egoísmo y de la codicia, no siente escrúpulos al sostener sus propios intereses contra todos, con espíritu tiránico y soberbio.
A la orden del día están, en este caso, las contradicciones, las tensiones, las disputas y las venganzas llevadas a cabo con furor destructivo.
Sin embargo, la mayoría de las veces este instinto de destrucción se dirige únicamente contra uno mismo, por rebeldía, masoquismo e instancias auto punitivas.
Entonces el consultante o la persona para la cual se hace el juego cae presa de vicios y tentaciones peligrosas -los juegos de azar, el alcohol, la droga- que son causa de ruina.
No debe subestimarse el riesgo de caídas fisicas y morales, traumas, represión, regresión psíquica, involución del destino.
Un error irreversible, un paso en falso del que inevitablemente deberemos arrepentirnos.
Y, además, dada la falta de control de las energías mentales, hay una tendencia a las prácticas de magia negra, la brujería y las maldiciones.
En el plano social, el arcano del Diablo, corresponde a la rebelión, a la insurrección, a la lucha abierta y fanática, a los atentados terroristas, a los enfrentamientos armados; o en el sentido opuesto, a la subordinación a un tirano, a la explotación, a las persecuciones masivas.
Y también se asocia con la contaminación, los venenos, los contagios y los virus.



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